Las interacciones entre el agresor y sus víctimas son objeto de estudio en una rama especial de la psicología, la victimología (del latín víctima, “víctima”).
Los psicólogos especializados en esta área notan en las víctimas de violencia doméstica estrés mental y fisiológico, un sentimiento creciente de miedo, desesperación e impotencia, profundos cambios de personalidad e intenciones suicidas. Los especialistas han desarrollado algunas recomendaciones para brindar tanto la primera asistencia (urgente) a las víctimas como la posterior, con el objetivo de salir de la situación actual.
La víctima de violencia doméstica debe ante todo hablar, contarle a la persona que se ha ganado su confianza sobre su entorno familiar. Si lograste motivarla a hacer esto de alguna manera, ya puedes hablar sobre algún logro; después de todo, generalmente no se difunden sobre la violencia doméstica, sintiendo vergüenza, culpa, miedo de que la conversación se dé a conocer al agresor. El interlocutor no debe "presionar" a la víctima, exigir que se lo cuente todo de una vez. Habiéndose convencido de la confiabilidad del consejero, la propia víctima le revelará cada vez más ejemplos de violencia y sus experiencias.
En ningún caso debe intentar hablar con el violador: solo lo tomará como el hecho de que la persona que depende de él se ha quejado con alguien. También es inaceptable culpar a la víctima por su indefensión e incapacidad para defenderse. La empatía con tacto ayudará a la víctima a percibir su situación como anormal y la animará a buscar formas de cambiarla.