No importa cuán deseable y tan esperado sea el inicio del embarazo, muy pocas mujeres embarazadas logran evitar los ataques de pánico leve, especialmente cuando se trata de su primer hijo. Las razones de esto pueden ser muchas, desde preocupaciones sobre la reacción del futuro padre hasta la idea de que su vida nunca volverá a ser la misma y el miedo al parto.
A veces es suficiente darse cuenta de que el aumento del nerviosismo es el resultado de cambios bioquímicos en el cuerpo y no tiene nada que ver con el amor o la aversión (incluido el de papá) por el futuro bebé.
La comunicación con las madres ya establecidas entre los amigos más cercanos ayuda mucho. Su ejemplo ayudará a disipar los mitos de que después del nacimiento de un bebé, la vida de una mujer se asemeja a un monasterio o una prisión con un horario estricto y autocontrol constante.
Para quienes sienten que sus miedos están relacionados con la carrera y la solvencia económica, es recomendable buscar en Internet historias de mujeres que han encontrado su vocación por la necesidad de ganar un dinero extra en la baja por maternidad. Puede discutir la situación con el padre y los familiares del niño, solicitando su ayuda para lograr las metas profesionales después de que nazca el bebé.
Los cursos especiales y la literatura para mujeres embarazadas ayudarán a disipar la noción de que el parto es un proceso innecesariamente doloroso. Sí, nadie dice que será fácil, pero el esfuerzo realmente vale la pena. Algunos puntos preocupantes sobre el estado de salud deben discutirse con el médico en la clínica prenatal.
Y, finalmente, si todas las opciones para el autoentrenamiento para calmarse no ayudan, puede acudir a una consulta con un psicólogo y hablar al respecto.
