Todavía no hay una respuesta definitiva a la pregunta: ¿por qué la gente bebe alcohol? Los diferentes grupos y sectores de la sociedad responden a ella de diferentes formas. Casi todos los que beben alcohol tienen su propia explicación.
Para algunos, beber alcohol es una relajación del cuerpo, cansados del estrés constante y el ritmo de la vida moderna, para otros - salir de la depresión o levantar el ánimo, para otros - mantener las tradiciones o para no parecer una oveja negra en un equipo. A veces, beber alcohol es una expresión de protesta para un padre o una esposa. Beben para suavizar la soledad, derramar el dolor, es mejor quedarse dormido o aliviar la resaca. Hay miles de razones, y para cada una son válidas. Solo hay una cosa en común en estas explicaciones: una desviación de la realidad. El científico A. Kempiński asoció la bebida con varios estilos: el contacto, cuando se usa alcohol para establecer contactos con otras personas. personas, neurasténico - para aliviar la irritación nerviosa y la tensión, con bacanal - para desconectar y olvidar en una intoxicación alcohólica, con heroico - para darse un sentimiento de confianza y con suicidio - cuando hay un deseo de suicidio. Otros científicos creen que el consumo de alcohol se debe solo a tres razones principales: saludable - con la capacidad de aliviar tensiones, olvidar, relajarse, animarse, sociable - cuando se reúne con amigos y familiares, o simplemente con amigos, así como en busca de emociones - para satisfacer las necesidades de degustar y saborear una bebida alcohólica. La humanidad ha estado familiarizada con el alcohol durante varios milenios. Durante este tiempo, muchas nacionalidades han desarrollado tradiciones no escritas de su uso. Pero al mismo tiempo, siempre se extraía una cosa del alcohol: su capacidad para cambiar el estado de ánimo para calmarse, levantar el ánimo, relajarse, pero este estado siempre es falso, artificial. El placer no se logra con la merecida tranquilidad, sino mediante la simple estimulación química de los centros cerebrales que gobiernan los sentimientos y el estado de ánimo. Estos centros son precisamente los responsables de controlar el comportamiento, la capacidad de mirar de manera realista la vida y su lugar en ella. Y al engañar al cerebro, una persona que toma alcohol se engaña a sí misma y, durante un período de embriaguez, compensa lo que le falta en la vida real: la capacidad de comunicarse, divertirse, experimentar dificultades, relajarse. Al mismo tiempo, el alcohol cubre el déficit en la capacidad de controlar los sentimientos y regular el comportamiento y el estado de uno.