El mundo está acostumbrado a vivir a altas velocidades: se construyen modos de transporte cada vez más rápidos, se realizan comunicaciones rápidas, la actividad humana también se acelera. Como si ya hubiera pocas horas en el día, como si no hubiera tiempo para simplemente detenerse y disfrutar de la vida. A los lentos se les reprocha con desprecio, se les anima, se les enseña desde la niñez a esta carrera.
El progreso tecnológico, que comenzó en los siglos XIX y XX, ha llevado ahora a que todo a su alrededor se renueve demasiado rápido. Los dispositivos recién lanzados se están volviendo literalmente obsoletos ante nuestros ojos, aparecen computadoras, automóviles y dispositivos cada vez más modernos y rápidos. La sociedad de consumo y el progreso tecnológico hacen que la gente se involucre en esta carrera, ahora la autoestima de una persona muchas veces depende de un gadget más moderno en su bolsillo. Provocar compras constantes y reemplazar lo antiguo por uno nuevo hace que las empresas actualicen su surtido a un ritmo rápido y la gente se apresure a ganar la mayor cantidad de dinero posible para la próxima compra.
El trabajo de las empresas
De ahí la segunda razón de la prisa en la vida: en la búsqueda de ganancias rápidas, las empresas fomentan el trabajo de hombres de negocios animados que se llevan bien con los negocios, hacen negocios, hablan y piensan rápidamente. Son sonrientes, aventureros, activos y muy rápidos. Este modelo de comportamiento se vuelve ejemplar para todos los demás empleados, estas personas son promovidas y alentadas rápidamente. Naturalmente, este es el patrón de comportamiento que los empleadores y los subordinados quieren seguir. ¿A quién le gusta tener en el trabajo a una persona taciturna y callada que tarda mucho en tramitar documentos y trabaja despacio? En la gran mayoría de las empresas modernas, este comportamiento es inaceptable.
El círculo vicioso de la prisa
El hombre moderno dedica mucho tiempo a su trabajo, y las posibilidades de la gran ciudad le brindan muchas tentaciones. Una persona así no solo quiere trabajar todo el día, sino también tener tiempo y divertirse por la noche. A partir de aquí, también, se toma el hábito de apresurarse: ir más rápido del trabajo a toda la ciudad, encontrar rápidamente entretenimiento o rehacer las cosas en casa, comer una comida rápida y, por la mañana, sin tener tiempo después de las reuniones nocturnas, volar rápidamente. a la oficina. Es casi imposible salir de ese círculo, especialmente si este estilo de vida ya se ha vuelto habitual. Implica no solo el tamaño de las ciudades modernas, en las que se gasta una gran cantidad de tiempo en los desplazamientos a casa desde el trabajo, sino también el problema de la mala distribución del tiempo por la mayoría de la población.
Una situación similar también se ve alentada por la histeria colectiva en el estilo de "la vida es corta, ¡apúrate por vivir!" Pero, de hecho, es imposible vivir con prisa constante, este es un estado antinatural para la naturaleza y el hombre. Por lo tanto, la conciencia real de cada momento de la vida vendrá no en pensamientos de cómo tener tiempo para hacer todo, sino en paz y tranquilidad, a solas con uno mismo o con sus seres queridos.